7/10/2008

Un diez que llega a XXII

Día casi común. Saludos matutinos, besos de aquellas mujeres de toda mi vida. Luego me levanto a tomar un té con un pan con queso caliente. Mi tipico desayuno diario. Me preparo para repasar la materia de mi certamen de Psicología Social. Pasan los minutos, pasan las horas y yo estudiando procesos sociales. Interesantes al menos. Luego mi hermana mayor me prepara un almuerzo de esos que uno se come con tanto gusto: papas fritas (de las buenas) y muchas verduras. Luego me quedo otra vez solo, así que decido ponerme en marcha hacia la universidad con mi paragüas oscuro internandome en una cortina de lluvia que cae uniforme sobre las calles.
Casi a la hora del certamen entro a la sala, alguien empieza a cantar cumpleaños feliz. Luego se le unen más y más. Sonrío, me rio y me inquieto porque no estoy acostumbrado a esto. Luego recibo muchos besos, abrazos, apretones de manos y buenos deseos. Yo sólo atino a decir gracias medio confundido. Pero me siento bien, feliz. Extraño, pero feliz. Luego del certamen me pierdo en la oscuridad y el frio de la noche, no hay luna, sólo nubes y mucho viento. La casa me espera casi tan tranquila como siempre y la televisión sigue prendida como siempre. Nadie come torta, pero el pollo asado ha desaparecido rápidamente quedando sólo en huesos. Responsable de esto mayormente yo. Luego me despido de todos, agradeciendo la cordialidad y la hospitalidad.
En mi cuarto pienso que debo escribir como fue este 10 de julio y agradecer a todos aquellos que me dan fuerzas para abrigar esperanzas. Gracias a todos. Gracias, gracias.

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