Divagando un viernes por la noche

-No permitiré que dos señoritas salgan a la calle a estás horas de la noche- dije por esas ventanitas de messenger a una compañera de la U, despues de que me consiguió una pelicula.
-Yo te la voy a dejar- "El Camino a Guantánamo", gran película por cierto. Pero es tarde y es el deber de un hombre ir y no exponer a damiselas al peligro. Si lo sé, soy de la vieja escuela, un viejo en tiempos modernos.
Después las acompaño al paradero y me aseguro que suban. Es que uno nunca sabe. Así vuelvo a casa, en el silencio y la oscuridad de la noche y paso por afuera de varios antros con donde el humo, el ruido y la música son los que impregnan el ambiente, un tipo afuera me pide un cigarrillo, yo le contesto torpemente que no tengo. Pensé en decirle:
- Pregunteme en tres año s más.- Pero mis pies no se detienen.
Y continuo pensando en los antros, y los secretos que guardan, lugares tan inhospitos para mi, pero tan comunes para mis pares. Así trato de conocerme un poco más. De porque se me hacen tan desagradables. ¿Cuestion moral? ¿dilema social? Tal vez un poco de ambas. Ahora mismo mi hermana va a salir a un sitio de esos y tuvo que decirle a un primo que la acompañara. Sabe que si me pregunta a mí pierde su tiempo. Nunca le diría que si.
Así sigo pensando, cruzo la calle y un idiota en su auto casi me atropella. Lo miro insolente. Pero vuelvo a mis reflexiones. Y pienso en las complicidades de las personas, esa que los hace humanos comunes, esa complicidad que yo nunca conocí, y es probable que no conozca jamás.
Pero basta de lamentos. Uno sólo puede decidir que hacer con el tiempo que se le da. Algo siempre se puede hacer, algo bueno. Aunque esta noche no, pero tal vez mañana...

Llego a casa y encerrado en mi habitación comienzo a escribir en el computador, algo titulado "Divagando un viernes por la noche"...